CORONAVIRUS, NACIONALISMOS Y MULTILATERALISMO

Pedro Carmona Estanga

La pandemia continúa haciendo estragos en la salud y en la economía mundiales. Son a la fecha 300.000 los muertos por el COVID-19, mientras el PIB y el comercio mundiales caen en una oscura espiral, abriendo un panorama peor al de todas las crisis anteriores, incluyendo la Gran Depresión de los EE.UU. de 1929. La parálisis económica incrementa el desempleo y la pobreza, hasta el punto de que, solo en EE.UU., el desempleo alcanza la cifra del 20%, es decir, unos 37 millones de personas.   

No sabemos aún cuánto durará el proceso de recuperación de la economía mundial, con cuántos pobres más acabaremos, especialmente en el mundo en desarrollo, ni cuántas miles de empresas grandes, medianas o pequeñas se quedarán en el camino por imposibilidad de salir adelante después de esta parálisis. De allí las medidas responsables que países como Colombia están adoptando, para equilibrar la protección de la salud, con la necesidad de evitar que colapsen las empresas, fuentes de trabajo y de generación de riqueza.

En medio de la tragedia, los estatistas enarbolan banderas de nacionalización de empresas y servicios, o se alinean con la formación de gobiernos de corte autocrático. Una cosa es sí cierta a raíz de la pandemia: que la naciones, especialmente las productoras de commodities, deben estar mejor preparadas para hacer frente a los “cisnes negros”, con sistemas de salud y de defensa civil eficaces, y sobre todo, estableciendo o fortaleciendo fondos de estabilización macroeconómica, a partir de ahorros en los ciclos altos de los precios, para hacer frente a situaciones de emergencia, o a los ciclos bajos de precios como los actuales. Así lo ha demostrado Noruega, un referente en el manejo inteligente y solidario de sus fondos petroleros, sin dejar de mencionar al Estado de Alaska, a Chile, Perú, México, y en otras latitudes a Rusia, Azerbaiyán y Kazajistán.

En Venezuela, el régimen chavista acabó con el Fondo de Estabilización Macroeconómica creado en 1999, por su afán desbordado hacia un gasto público ineficiente y corrupto. El régimen fue haciendo sucesivas reformas a la ley de creación de dicho fondo como mecanismo estabilizador, de base constitucional, hasta dejarlo sin aplicación. Los resultados están a la vista: un país arruinado, después de haber vivido un ciclo de precios internacionales del petróleo superior a US$ 140 por barril, que no ahorró con recursos que debían estar conformados por los ingresos petroleros provenientes del gobierno central, gobiernos estadales y PDVSA, en función de la diferencia entre el ingreso fiscal petrolero corriente y el ingreso fiscal petrolero promedio de los 5 años anteriores, con un saldo de acumulación máximo del 80% de dichos ingresos. Vanos propósitos sin realidades. Lamentablemente, tampoco Colombia ahorró en esa favorable coyuntura de precios de varios años.

Otro tema relevante de reflexión radica en los retos que la pandemia plantea a la globalización y el multilateralismo. Si bien existe una opinión favorable a un mejoramiento de la equidad y del llamado “bien común universal”, algunos políticos o analistas anuncian de manera agorera el fin de la globalización y del multilateralismo. Ya antes de la pandemia, observábamos con preocupación la tendencia hacia la introversión y el aislamiento en EE.UU., por la guerra comercial con China y la separación de varias instancias multilaterales o de libre comercio, además del caso del Reino Unido con el Brexit, en líneas contrarias a las del liberalismo económico del cual fueron adalides. Así, la Organización Mundial del Comercio (OMS) se encuentra amenazada de parálisis por la postura de EE.UU. de bloquear la conformación del mecanismo de solución de controversias de dicha organización, y congeló los aportes presupuestarios a la Organización Mundial de la Salud (OMS), como antes lo hizo con varios TLC, o con el retiro del Acuerdo de París sobre Cambio Climático.

En el panorama internacional preocupan además las posturas nacionalistas, antiinmigración y euroescépticas en algunos países de Europa Central, siendo el caso de Hungría y Polonia, con sus Primeros Ministros Viktor Orbán y Willa Parkowael los más notorios. La ultraderecha ha avanzado también en Chequia, Eslovaquia, Italia, Finlandia, Alemania, Austria, Suecia, Suiza, Dinamarca y Holanda, y en España surgió el partido VOX, todo lo cual va conformando un mapa político diferente en Europa, donde Alemania y Francia, centristas, siguen siendo sólidos pivotes de la Unión Europea.

El debilitamiento del multilateralismo es sin duda, una mala noticia para el mundo. Recordemos que en el período entre guerras, el multilateralismo cedió paso al proteccionismo y al bilateralismo, y las consecuencias fueron entre otras, las graves crisis en EE.UU. y en Alemania. Hoy podríamos decir que el nacionalismo y el neoproteccionismo pueden debilitar a las instituciones multilaterales, pero hay hechos irreversibles, como lo son la cadenas globales de valor que se han venido tejiendo en virtud de la globalización, junto a un mayor grado de interdependencia, donde el “made in…” ha ido quedando sustituido por el “made in the world”.

Las soluciones a la actual crisis deben ser globales, no solo individuales o nacionales. Lo vemos en el acuciante reto del desarrollo de la vacuna contra el Coronavirus. Muchos dirigentes mundiales están exigiendo que la iniciativa no se conciba en el ámbito de los países o de laboratorios farmacéuticos con un fin de lucro, sino que hay que articular los esfuerzos individuales, y ofrecer la vacuna al mundo bajo la visión del interés común y de la solidaridad planetaria. Los efectos telúricos de la pandemia requieren pues un enfoque universal. Igual ocurre con la lucha contra el cambio climático, pese a que EE.UU. haya erróneamente abandonado el Acuerdo de París. 

La globalización requerirá ajustes, pero no desaparecerá. La lucha entre EE.UU. y China no debe conducir a un clima de confrontación creciente entre las dos principales potencias mundiales. Sería arrastrar al mundo a consecuencias más graves, especialmente para el mundo en desarrollo. El G20, el club que reúne a las principales economías del mundo tiene ante sí una nueva agenda de responsabilidad compartida: asegurar mediante la coordinación de iniciativas, que se haga tránsito por esta desoladora coyuntura, con el menor costo posible. Desde luego, los gobernantes deben actuar de la mano de los organismos multilaterales, cuyo accionar corresponderá luego revisar para que aumenten su eficacia, la calidad de sus decisiones, y que los recursos que administra estén menos orientado a financiar costosas burocracias, sino más bien hacia los objetivos del desarrollo y a la atención de las necesidades de una población mundial que sufre, y que alberga en su seno semillas de inconformidad, que pueden alterar un necesario clima de paz y convivencia.

En todo ello, la olvidada integración económica y la cooperación en el ámbito latinoamericano cobran renovada vigencia e importancia. No son estos momentos para ir contra el multilateralismo, sino mejorarlo y reforzarlo. Su ayuda puede contribuir a hacer la vida un poco mejor.

10 Comments

  1. Tus comentarios de hombre pre claro, nos ayuda a poder discernir mejor. Muchas gracias, Pedro. Recibe un fuerte abrazo, desde Trujillo, Perú.

    Me gusta

Deja un comentario